Página/12
RADAR LIBROS
DOMINGO, 28 DE FEBRERO DE 2010
La antorcha de la ceguera
Acaba de aparecer la edición crítica de la colección Archivos dedicada a
Sobre héroes y tumbas (Alción). El texto, depurado de las erratas debidas a
las sucesivas reimpresiones, está acompañado de una serie de estudios,
lecturas, cronología completa de Ernesto Sabato y bibliografía actualizada.
Prólogo de María Rosa Lojo, coordinadora de la edición.
Por Maria Rosa Lojo
Con la antorcha de la ceguera, Sobre héroes y tumbas ilumina un camino
desviado hacia la noche original. A mediados del siglo XX, en una ambiciosa
ciudad periférica de Occidente, se abre un agujero negro, un hueco estelar.
En su espejo invertido desaparecen las formas de las cosas habituales, “el
sentido de lo cotidiano”. Desaparecen, a secas, las formas, devoradas por
una succión que disuelve los contornos de todos los seres, la “conciencia que
establece las grandes y decisivas divisiones en que el hombre debe vivir”.
Como moneda de oro, la esfera entonces refulge, una vez que las cosas de
este lado se han desprendido profundamente. ¿Es la utopía de un orden
nuevo y radiante lo que aparece cuando el orden viejo de las “grandes
divisiones” de las inadecuadas diferencias, se ha destruido? ¿O es ese
“orden” la otra cara del Caos, nacido antes del Tiempo y de
No lo sabemos, y poco importa. Lo que cuenta es el camino, que es, sin
duda, el extraño camino de la poesía. Muy por debajo de la ciudad que
vemos fluye un río turbio, de aguas fétidas, que en algún momento deja de
ser un confuso torrente de desechos, para convertirse en el lecho “limoso y
elástico” de una laguna pampeana, y en una planicie iluminada por otro sol, y
en una cordillera sumergida y en un paisaje lunar, y en el lomo petrificado de
un dragón gigantesco. Un mundo seco y muerto, desolado y vastísimo,
donde sin embargo arde un fuego eternamente vivo. El fuego late en el fondo
de su contrario: el agua. Proviene de un Ojo Fosforescente iluminado como
una gruta submarina.
Aquí tiene lugar la más extrema y radical aventura poética, la aventura de la
traslación y la transformación: “vi mi pasado y mi futuro (mi muerte), sentí
que el tiempo se detenía confiriéndome la visión de la eternidad, tuve edades
geológicas y recorrí las especies: fui hombre y pez, fui batracio, fui un gran
pájaro prehistórico”.
La apuesta más audaz y más feroz de las vanguardias, y en particular del
surrealismo: la alianza de los extremos, la “correlación de lejanías”, desborda
en la poética de Sabato los puntuales resplandores de la metáfora, para
extenderse a toda la concepción de la novela: “En realidad sería necesario
inventar un arte que mezclara las ideas puras con el baile, los alaridos con la
geometría. Algo que se realizase en un recinto hermético y sagrado, un ritual
en el que los gestos estuvieran unidos al más puro pensamiento y un
discurso filosófico a danzas de guerreros zulúes. Una combinación de Kant
con Jerónimo Bosch, de Picasso con Einstein, de Rilke con Genghis
Khan” (Abaddón, el exterminador).
En Sobre héroes y tumbas el arte novelesco de “Gengis Kant” (“bárbaro
conquistador y filósofo alemán”, afirmaba la genial boutade de Uno y el
universo) llega a un punto clave de esplendor turbulento. Fernando Vidal
Olmos ha encontrado su Aleph, su centro del Universo, donde coinciden los
opuestos, donde conviven de algún modo todos los espacios y todos los
tiempos. Pero a diferencia del contemplador borgeano, Vidal Olmos se hunde
de cuerpo entero en la “fosa de la verdad”. La experiencia visual se
transforma en experiencia táctil y enteramente corpórea, la comtemplatio en
pathos. No se está frente a la summa abrumadora de lo visible sino frente al
desafío de lo vivible y lo tolerable por una criatura, a la que le es dado
retrasar en su carnadura única y mortal, la entera historia no ya de la propia
especie sino de la vida misma y sus incontables metamorfosis. Como el
“inmortal” de Borges, Vidal Olmos agota las posibilidades de lo humano,
aunque no en la sucesión interminable sino en un solo episodio de brutal y
vertiginosa combustión. Y a diferencia del personaje borgeano, el registro de
sus vivencias lo lleva también a las máscaras animales y las combinaciones
monstruosas (...)
Sobre héroes y tumbas, “novela total” (de acuerdo con la aspiración
romántica, que solicitaba del género la visión de lo humano en todas sus
dimensiones) entreteje múltiples voces e historias con
direcciones contrapuestas los ámbitos geográficos, abre, desde la ciudad
cotidiana, una grieta en la percepción, una ventana oscura hacia el otro lado
de lo que creemos real. Hay en ella un relato de amor entre un adolescente
solitario e inseguro que no sabe aún cómo devenir hombre (Martín) y una
muchacha (Alejandra) que parece llegar desde un pasado inmemorial. Hay
también un relato de horror que es
deshacer, con el trabajo del odio, los cimientos de una fundación que nunca
pudo asentarse en la inestable arena del combate. Hay otra historia de
incesto (entre Fernando Vidal Olmos y Alejandra –y también la madre o la
Diosa Madre–) que le reclama al héroe volver insaciablemente a los orígenes
y afrontar (como otro Dionysos) el terror y la desintegración para nacer de
nuevo, acaso, desde la unidad primordial. Este mandato imposible, esta
paradoja, encontrará su adecuado escenario en las cloacas de Buenos Aires,
y su expresión simbólica es
oculta sabiduría, que cuestiona la luz meridiana del “logos”, de la razón
platónica, para instalar, en un territorio mítico, más allá de las engañosas
copias visuales, fuera del tiempo, el camino del “conocimiento por el tacto”: la
recuperación convulsiva del cuerpo –negado y escindido– en las
experiencias agónicas del devoramiento y de la fusión.
Ese camino poblado de imágenes alucinatorias, tan afín al surrealismo y sus
paisajes oníricos, que marcaron de manera decisiva la estética del autor, no
obstruye otras visiones más familiares y cercanas. Sobre héroes y tumbas es
también una novela de Buenos Aires-Babel, la gran ciudad donde convergen,
no siempre felizmente, las etnias y las lenguas, donde las muchedumbres no
alcanzan a constituir una comunidad sino la conjunción azarosa de seres
humanos que viven ensimismados, su propio extrañamiento: no sólo los
inmigrantes europeos sino los “cabecitas negras” que llegan desde las
provincias como otros desterrados, no menos extranjeros en la ciudad
cosmopolita.
Desde su singularidad, la novela expresa cabalmente los temas y debates de
la coyuntura de “los sesenta” (la vuelta de la mirada hacia el Interior, la
indagación en la historia nacional, la relectura del peronismo, el
“compromiso” del escritor); se convierte en inexcusable referencia y en hito
representativo con el que dialogará la generación siguiente (la de El
escarabajo de Oro). Más allá de su contexto inmediato, es un palimpsesto,
una obra complejamente simbólica, susceptible de asedios desde los más
diversos registros (metafísico, sociológico, histórico, político, gnoseológico).
Por lo demás, en su espacio desdoblado y sinuoso cada peregrino o
transeúnte podrá hallar el diseño de su propio itinerario vital, de sus
preocupaciones intelectuales, de sus terrores y sus deseos.
Unos la leerán como el vademécum que nos guía por una ciudad
aparentemente conocida y esencialmente misteriosa. Algunos rastrearán en
ella el origen del Mal o del mal argentino, o el mal del Origen. O las torsiones
del arte moderno, desde el romanticismo al surrealismo, o las antinomias de
la condición hispanoamericana (y de la condición humana). O verán en sus
mapas de escrituras diversas, de grafittis y relictos verbales, vislumbres
posmodernas. Otros seguirán el hilo fracturado del discurso amoroso que
alcanza, en Martín y Alejandra, una configuración ya legendaria.
Acaso por la variedad de estas “entradas” posibles, por sus potencialidades
de abordaje, Sobre héroes y tumbas fue, a partir de su primera recepción,
una novela sujeta a todo tipo de discusiones críticas. Por mi parte, siempre
encontré en ella, desde la pasión empírica de la lectura, un “núcleo duro”
perteneciente al orden de lo irrefutable. Cuando Fernando Vidal Olmos,
después de descender a las cloacas de Buenos Aires, despierta en su cuarto
de Villa Devoto, no se cuestiona la “realidad” de su periplo subterráneo, sino
la del mundo “normal” al que parece haber sido devuelto. “Enceguecido y
sordo, como un hombre emerge de las profundidades del mar, fui surgiendo
nuevamente a la realidad de todos los días. Realidad que me pregunto si al
fin es la verdadera.” “¿Cómo llegué nuevamente hasta mi casa? ¿Cómo los
ciegos me dejaron salir de aquel cuarto rodeado por un laberinto? No lo sé.
Pero sé que todo aquello sucedió, punto por punto.”
Si de algo tengo certeza yo también es de que en el núcleo de Sobre héroes
y tumbas ha sucedido y sucederá la poesía en estado puro, esto es, en
estado mágico. Las metamorfosis de Fernando son más que metáforas, tal
como las entiende la “razón interpretativa”. Son encarnaciones fascinantes
que seducen, horrorizan y encandilan. Unen lo arcaico inmemorial y la
novedad atroz, inclasificable, ingobernable. El espanto gozoso de la
transformación prescinde de traducciones, explicaciones, paráfrasis. Es,
simplemente.
Bajo la luz del sueño, dijo Jean Paul, vemos ambular, en libertad, de noche,
las fieras que la razón diurna mantenía encadenadas. O, según Novalis,
adivinamos la eternidad, el pasado y el porvenir. A veces la literatura se
inviste con los poderes del sueño y libera a los animales enjaulados, ilumina
territorios imaginados y perdidos. Sobre héroes y tumbas, gótico surrealista y
argentino, galería de fantasmas familiares, geología fantástica, perverso libro
de viajes fabulosos en el corazón de lo cotidiano, nos ofrece la ilusión de
recobrar un tesoro siniestro. De asomarnos a la “forma oculta del mundo”, y
de atisbar en ella, como en un diseño abismal de cajas chinas, todos los
“otros mundos” que están en éste.
Colección Archivos
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminar¿Dónde los puedo conseguir en México? Especialmente el de Onetti... Gracias
ResponderEliminarpodría reeditarse el volumen de Puig?
ResponderEliminar