UN IDIOMA TAMBIÉN ES UN INCENDIO: 20 POETAS DE ARMENIA
C OMPILACIÓN: MARINE PETROSSIAN
TRADUCCIÓN: ALICE TER- GHEVONDIAN
VERSIÓN POÉTICA Y PRÓLOGO: ANA ARZOUMANIAN
UN IDIOMA TAMBIÉN ES UN INCENDIO:
Ya estamos en el confín de la tierra. Hefesto, te pido cumplas las
órdenes que te dio Padre: amarrar a este alborotador del pueblo al precipicio
de esas rocas con invencibles trabas de lazos diamantinos. Él hurtó su
atributo, el fuego luminoso, y lo entregó a los mortales. Ahora sabrá de la
dominación de Zeus.
Ya estamos en el confín de la tierra. En paisajes del Antiguo
Testamento. Un camino transitado por Noé navegando por las aguas del diluvio.
El límite extremo del mundo europeo, donde las montañas se beben todo el aire.
La Montaña. El lugar del desembarco. De Noé. El mío.
Armenia fue donde edificaron su imperio los creadores de la escritura
cuneiforme con fronteras que abarcaban desde las montañas del Cáucaso y el mar Caspio, hasta el Mediterráneo
y Palestina. Todo lo que había entre los mares Negro, Caspio y Mediterráneo;
Armenia. Un lugar de desembarco. De Noé. Del imperio romano. Del persa. Del
árabe. Del bizantino.
El mío.
La destrucción de Nínive, la conquista de Lidia, la caída de Babilonia.
Un viento fuerte destruyó la Torre de Babel. Estamos en territorio
bíblico con hombres que fueron condenados a hablar una lengua diferente, y como
no se entendían entre sí, distintos jefes de diversas tribus se enfrentaron.
Uno de ellos, Haig, se levantó contra Pel, rey de Babilonia. Haig y Pel
lucharon, hasta que Haig mata de un flechazo a Pel. Haig junto a su familia se
fue a vivir a la región del Ararat.
Una tierra bíblica es una tierra- personaje de una obra de ficción
sagrada. Un desembarco. Una montaña.
En la región del Ararat Haig funda una nación de la que fue su primer
patriarca. De manera tal que en honor a su nombre, Armenia, se llamará
Haiastán.
Para los náufragos un desembarco es un lugar de salvación. Quizás por
eso Mandelstam decía que había desarrollado un sexto sentido “araratiano: el
sentido de atracción por la montaña”.
La longitud del camino. Los senderos de las cimas dan escalofrío. Las
llagas de los barrancos. Un último pensamiento, recuerda Ossip: hay que rodear
aquella hilera de montañas.
Ya estamos en el confín de la tierra, Hefesto cumple la orden de Zeus,
atar al ladrón con nudos indisolubles a una roca apartado de toda humana
huella. Guardando la piedra desapacible en pie derecho, sin dormir, sin tomar
descanso.
Remachá más. Apretá, que nunca se afloje. Sujetalo con la anilla, firme.
En una región extrema de la tierra. En una montaña del Cáucaso. Escitia,
allí donde habitaba una banda de merodeadores. Donde solían beber de cráneos
humanos de sus enemigos. Para soportar mejor el hambre durante sus largas
marchas por las estepas y desiertos solían ceñirse fuertemente los cinturones.
“Estado de piedras vociferantes:¡Armenia! ¡Armenia! La que llama a las armas
a sus montañas roncas: ¡Armenia!
¡Armenia!”[1]
Y sobre
las manos de los mortales que habitan el vecino suelo de la sagrada Asia puso
Prometeo el fuego. Y esa gente que brama furor entre las lanzas, quienes sobre
el Cáucaso mantienen sus fortalezas, ahora tiene los ojos abiertos a los signos
de la llama. Estamos en el confín. Anda hasta ahí. Tocá el monte más elevado,
ganá su cumbre vecina de los astros. El Ararat. El Ladrón del fuego escribió en
armenio de izquierda a derecha en un alfabeto inventado por el sabio Mesrob
Mashdóts a principios del siglo V. Treinta y seis letras, siete vocales,
veintinueve consonantes. Más tarde se suman dos letras nuevas. Con sustantivos
que no tienen géneros, que se modifican según sus funciones en la oración.
Siete declinaciones. Vocativo. Nominativo. Genitivo. Dativo. Ablativo.
Instrumental. Y una posibilidad ilimitada para formar palabras compuestas,
componiendo o derivando, incorporando prefijos o sufijos, o ambos, a vocablos
simples o compuestos.
El primer trabajo de Mesrob Mashódts consistió en traducir la biblia del
griego o al armenio. El “habla de adobes hambrientos”[2] es un
idioma indoeuropeo que hace de la traducción una nueva forma de nacionalidad.
Traducir el continuo. Seré que seré. Dios utiliza un verbo para responder a
Moisés. Hacer leer como nunca se había leído. Un libro; la biblia. Otro libro;
acaso la misma intención en otro tiempo: la ley. Y allí, el poeta. El alemán
nace antes de lo que se puede denominar jurídicamente como Alemania a través de
la traducción que Lutero hiciera de la biblia. El italiano aparece con el
sentido de argamasa que le da Dante; el español antes que España llega de la
mano de Cervantes. El Estado- Nación es una creación propia de la Revolución
Francesa. De manera tal que el legislador se constituye en un tiempo posterior
al del poeta, el traductor.
Llega antes. Llega quemando. Crea lenguas y, al crearlas, funda
naciones. Pero está ahí, encadenado. No sólo Esquilo hizo fulgurar el rayo en
el aire, levantó el polvo en torbellino desatando los deseos en los vientos.
Esquilo, el poeta, escribió la furia en Prometeo, el poeta. Platón, el poeta,
escribe la leyenda socrática, expulsa al poeta de la República.
Naufragios, Platón y Esquilo ponen en escena al poeta cuando se
preguntan sobre la justicia. Cantos corales danzados fundando un pueblo. El
dialecto del Ararat. Desembarcar. Así, la lengua crea sus efectos políticos. Si
el Estado es una nación jurídicamente organizada, y si el derecho y el mundo
jurídico son una forma de narración ¿en qué lengua habla una nacionalidad?
Nadezhda Mandelstam contaba que, al volver de Armenia, lo primero que
hicieron Osip y ella fue cambiarle el nombre a su amiga, la poeta Anna
Ajmátova. Todos los nombres anteriores nos parecían sosos, argumenta Nadezhda: Annuska,
Aniuta, Anna Adréyvna. La bautizaron Anush, y ella lo empleaba para firmar sus
cartas. El nombre Anush nos recordaba a Armenia, el sueño de siempre de
Mandelstam, sigue relatando, luego de ver los niños armenios de ojos negros que
parecían tener azogue en las venas.
“Enfoca tus ojos para ver mejor/ como el sha miope inclinado sobre la
turquesa de su anillo/ o al leer en esta tierra libresca el libro de arcillas
resonantes” “Iré a Ereván, a ver la arcilla del cuento/ y luego a aquel
panadero, que, como jugando en un corro/ se agacha y se vuelve a agachar,
sacando lavash[3] del horno[4]”
Fui a Armenia en el año 2010 a rodar un documental: A- Diálogo sin
fronteras. Busqué la ruta del incienso y el damasco. Partí de la Argentina. El
avión hizo una escala en París, luego otra en Praga. De Praga a Ereván veía
cómo el mapa iluminado de la pantalla del avión avanzaba lento, lentamente. Yo
volaba. El avión volaba. Pero mis letras armenias, aquellas que un escritor
argentino dijera que se parecían en su dibujo a letras para cazar pájaros,
aparecían de a poco. Cuando el comandante de a bordo anunció en armenio que
habíamos llegado a Ereván yo pensé en el Principio.
Fue el anochecer y fue la mañana, un día, dice el Génesis que es el
comienzo. De la madera del árbol del hueso de damasco fabrican esa flauta
llamada duduk. Fue el anochecer y fue la mañana; segundo día. Se solidificó el
cielo en medio de las aguas. Porque el cielo está hecho de fuego y agua. Cuando
las aguas de abajo se juntaron en un área, apareció la tierra. Fue el anochecer
y fue la mañana, tercer día.
Desembarco. Un naufragio de animales prostituidos. Un arca. El Ararat.
Devorando una carne que, porque allí se había prostituido, el hombre come por
primera vez. El Principio. Mientras en el libro del Génesis los protagonistas
son siempre figuras individuales, en el libro del éxodo se destaca un personaje
diferente, no individual, sino colectivo. Éxodo que en hebreo se dice Shemot
que significa Nombres.
Desembarco, un éxodo al revés. Nombres. Estos son los nombres de los
hijos…y yo que me llamaba Ana, pasé a llamarme Anush. El tiempo que se mide por
un ancontecer. El viaje a Armenia. No el de Osip. El mío. Un acontecer
religioso o simbólico; antes o después. Después, nada sería igual. “¿Era
quizás, porque me encontraba entre una gente que, aunque conocida por su
actividad impetuosa, no se regía por los relojes de las estaciones de tren y
las oficinas, sino por un reloj solar?”[5]
Poetas armenios. Poetas post-
soviéticos.
Iba desde Occidente con su crisis por la destitución del Estado- Nación
como práctica dominante. La topología de la soberanía. Una sociedad moderna
fatigada en desintegración. Llego donde el discurso europeo de la Iluminación
encuentra pocos referentes. Llego a un sitio donde se había consagrado la
figura del artista activista. Desembarco. Un pasaje del colectivo al mundo
privado, en ese cambio radical en el seno de los modos de propiedad. Desembarco
en los depósitos de vigilancia y de sospecha de la Inteligentzia.
Y mientras en Europa el Estado-Nación caía, el aeropuerto de Zvartnots
de Ereván, daba la bienvenida con una tecnología albergadora de los movimientos
de las poblaciones híbridas de Occidente, pero, en los centros de control: los
agentes, el agenciamiento de los individuos entre el espacio pre- moderno y el
sultanato.
Me registraba en el hotel. Pedía una habitación más grande. Ya ha
reservado, me decía el joven de la recepción. Yo insistía en pagar la
diferencia por una más grande. Entonces la respuesta no tardó en llegar: “No se
trata de dinero”. El argumento era que a mí me alcanzaba ese cuarto, que era
suficiente para una sola persona. No era cuestión de dinero: no estaba en
Europa, ni en América. Y, mientras subía la valija pensaba en Aimée Césaire
cuando prefiere hablar de civilizaciones en lugar de nación. Civilización, ese
conjunto de fenómenos lo suficientemente numerosos e importantes que rigen una
extensión lo suficientemente considerable de territorio. Un territorio post-
soviético, el desensamblaje del homo sovieticus; de la prohibición a la libertad. El estado como el cuerpo
político de una nación. Y el cuerpo, desheredado, disuelto. La frontera que se
vuelve a dibujar y la propia historia de este hombre, ahora, sin la condición
soviética que lo calificaba, diseminada.
Veinte horas de viaje y yo desembarcaba en una tierra cuyos habitantes
secaban sus ropas al sol luego de haber atravesado el diluvio. Bajan de la
barca. Ellos. Yo. Y ya nadie tiene donde regresar. De eso trata este incendio
que es un idioma. La propia historia del escritor dentro de la
planificación de la nomenklatura, del
escritor ingeniero de almas, había desaparecido. El comunismo había intentado
borrar los rasgos nacionales, y la independencia ocurrida en 1991 buscaba
borrar lo soviético. Allí la lengua con su metal ígneo, incandescente, abrasa
algo que no está destinado a quemarse. El combustible sobre la tachadura,
desborra. Así, la lengua quema nombrando la desestabilización de un territorio,
rearticulando nuevas nociones de la constitución nacional en la ruina de las
fronteras. Yo y tú como datos de la sintaxis, la gramática dibujando nuevas
cartografías de comunidades.
Sucedía junto al momento de explosión independentista y la consolidación
de la tercer República de Armenia[6], la
guerra con Azerbeidján por el enclave Nagorno- Karabagh (Artsaj) que se
desarrollaría desde 1991 hasta el cese de fuego del año 1994. El ejército
armenio de la Nagorno Karabagh liberada, la bandera armenia con un mínimo
recorte en blanco; acaso será la versión plástica de la desborradura, la lengua
armenia desescribiendo lo escrito. Y, sin embargo, la región no ha sido
reconocida por la comunidad internacional; tampoco lo ha hecho Armenia. Por el
momento sólo Abjasia, Osetia del Sur y Transnitria; prometiendo el
reconocimiento próximo la República Oriental del Uruguay.
Vuelvo a Buenos Aires, leo en Yehuda Amijai “aprendo la diferencia entre
irse y no quedarse”[7]. Allá comenzaba el verano,
aquí, las nubes y el gris anunciaban el invierno del tango porteño. Leo en
Yehuda Amijai “bendito sea el verano, quemada está la hierba en la pendiente:
también un incendio es un idioma”[8].
Al poco tiempo recibí unas fotos de mi visita. Era en un departamento en
las afueras de Ereván. Era una calle desierta. Un edificio con rasgos
soviéticos, llegamos a un tercer piso por una escalera medio derruida y a
oscuras. Dentro, unos banderines de papeles de colores colgaban de un cordel,
una mesa con varias cervezas abiertas y nueces. Sobre la mesa, una cantidad de
libros de poesía. Alrededor de la mesa, poetas. Yo tenía la impresión de estar
dentro de una película balcánica con escritores guerreros, sus rostros apenas
visibles por el humo del cigarrillo. Los Balcanes era la imagen más cercana que
tenía de la ebullición. Me dijeron que literatura armenia es aquella que se
escribe en lengua armenia. Entonces, me pregunté, ¿qué es una lengua? Acaso
esas letras para cazar pájaros o este incendio. El fuego en su sentido
etimológico de hogar, de vecino, de brasero. Una “h” aspirada convertida en
“f”. Letras, casas, incendios. Así estos poemas: panes cocidos bajo la ceniza.
Ana Arzoumanian
Anush
BIBLIOGRAFÍA
Amijai, Yehuda. Un idioma, un
paisaje. Hiperión. Madrid, 1997
Andreassian Karen, Khatchatryan Grigor,
Grigoryan Arman, Azatyan Mher,
Hovsepyan Hamlet, Barseghian
Anna, Kristensen Stefan. D’Arménie. Édition le Quartier. Quimper, 2007
Césaire, Aimé. Para leer a Aimé
Césaire. Fondo de Cultura Económica. México, 2008
Esquilo. Tragedias. Losada.
Buenos Aires, 2008
Lewkowicz, Ignacio. Pensar sin
Estado. Paidós. Buenos Aires, 2006
Mandelstam, Osip. Armenia en
prosa y en verso. Acantilado. Barcelona, 2011
Sassen, Saskia. Territorio,
autoridad y derechos. Katz editores. Buenos Aires, 2010
Steiner, Georges. Los libros que
nunca he escrito. Fondo de cultura económica. Buenos Aires, 2008
Tekeyan, Pascual. Diccionario
armenio- español. Ediciones Akian. Buenos Aires, 1984
[1] Mandelstam Osip. Armenia
en prosa y en verso. Acantilado. Barcelona, 2011
[2] Mandelstam, Osip. Op. cit.
[3] Del armenio en el original:
pan fino generalmente cocido en hornos de barro al ras del piso
[4] Mandelstam, Osip. Op. cit.
[5] Mandelstam, Osip. Op. cit.
[6] La consolidación de la
Tercer República de Armenia el 21 de septiembre del año 1991. La Primer
República de Armenia duró el período que abarca desde el año 1918 a 1920. La
Segunda fue la República Socialista Soviética de Armenia.
[7] Amijai, Yehuda. Un idioma,
un paisaje. Hiperión. Madrid, 1997.
[8] Amijai, Yehuda. Op. cit.
“Poema sobre la restauración de mi casa”