Presentación Imágenes incompletas de Alfonsina Clariá
Por Juan Maldonado, 24 de octubre de 2013
Lo acuciante para quien lee: develar el sentido de las palabras a partir del contexto en que se fijan, se implantan en la página. De ese plano las líneas toman el rumbo limitado por las dos posibilidades más visibles: certeza, o lo contrario, incertidumbre. A nuestra interioridad ingresan los textos leídos buscando, a no dudar, la constante renovación de los sentidos y allí en el sitio prevalecen las acumulaciones, las palabras leídas en el decurso del tiempo, de los tiempos.
Que recibamos aquí este libro de Alfonsina Clariá, Imágenes incompletas, para que, desde nuestra lectura, acerquemos una mirada, una de las tantas miradas posibles y, a partir de ella, nuestro juicio deje salir algunas valoraciones sobre ese cuerpo-totalidad que es el libro, esto, digo, nos trae aquí y nos deja frente a Uds. con el ánimo abierto a dejarse llevar por el flujo de cada línea.
Imágenes incompletas, el libro, la dedicatoria, el poema inicial cruce y emblema de una totalidad mayor dispuesta en seis partes o secciones.
En el poema inicial leemos:
Aún escucho los latidos
de estos poemas
que pugnan por salir.
Me detengo a contemplarlos
a fin de percibir
la ley interna que los rige.
Están pidiendo luz, más luz
de la que puedo darles yo,
que apenas logro ver,
por las hendijas del lenguaje
imágenes incompletas.
Cuando Alfonsina nos acercó el libro dejó una expresión, en relación a los poemas, que no podía evitar decirla: “estos poemas son como aquello que se ve a la salida de los sueños”, dijo. Imágenes incompletas. Bien. ¿Por qué imágenes incompletas?, porque pareciera ser y bien lo saben los que estudian el despertar en relación a los sueños, pareciera, decimos, que al abrir los ojos algo huye, algo de lo que habíamos visto ya no está contenido en la memoria y el ojo no puede volver a mirar. Son imágenes que han huido para siempre, es la pérdida del despertar, quizás sea algo bueno para el ojo, para la conciencia. Quizás percibir una totalidad nos resultaría insoportable, tan vasto es el plano del universo que jamás puede ser apresado por un golpe de vista, por lo tanto, siempre, nuestro marco visual será abonado con imágenes incompletas. Está claro que muchos escritores han dejado testimonio de esto que tanto ha preocupado al hombre. Recordarán Uds. aquel poema de Borges que alude a un hombre con fantástica imaginación que pergeña la creación de un orbe único y perfecto, poblado de cuanto elemento pueda describirse. Cuando el hombre levanta los ojos al cielo para agradecer al creador tanta dicha, se da cuenta que ha olvidado de incluir la luna…, o, recordemos también aquel fantástico cuento de Wells: “Los ganadores de mañana”, cuya trama dibuja la historia de un barbado anciano que se le aparece a un jugador borracho, una fría noche londinense y le dice:
-Hola Knocker, tengo algo para vos. Knocker miró al desconocido sin interés y sólo atinó a preguntar. -¿qué puede tener Ud. de interés para mí? El anciano barbado respondió: -tengo el diario de mañana, vale 100 dólares. ¿El diario de mañana? Knocker, tomó el diario, pagó y el anciano desapareció.
A Knocker únicamente le interesaban las carreras de caballos, era un jugador empedernido. Leyó cuidadosamente los ganadores que figuraban en cada carrera, tomó nota, trazó su línea de acción y a la hora de costumbre tomó el tren rumbo al hipódromo. Por supuesto que alguna desconfianza en los resultados del diario tenía este jugador y en la primera carrera dividió las apuestas entre el caballo señalado en el diario y el de su preferencia. El ganador fue el caballo registrado en el diario. Así fue transcurriendo la jornada, entre carrera y carrera crecía la suma apostada por Knocker, como crecía la ingesta de whisky. Al final de la jornada, con una inmensa suma de dinero Knocker se dispuso a tomar el tren de regreso a casa. Durante el viaje quedó “dormido” sobre el asiento del tren. El jugador, por el frío, se había tapado el pecho con el diario en cuya portada podía leerse: “Víctima de un paro cardíaco falleció, ayer por la noche, el famoso jugador Martin Knocker”
Este hombre había podido leer en el periódico aquello que era de su interés, su propio rostro y nombre no los había podido ver, su imagen última del mundo tal vez, quizás, sería el caballo ganador de la última carrera y los sueños o la pulsión del juego se habrían desvanecido en sincronía con el latido de su corazón.
Cuando se termina de pensar en esto uno piensa que se alejó de este libro que aquí está, y no, leamos:
Cada hoja que cae
le impone al árbol
una desnudez desconocida.
A pura pérdida aprenden
los seres y cosas
a habitar el mundo.
Y el poema siguiente:
La gente en el bar
habla en voz alta,
levanta la copa y brinda.
Los cristales que chocan,
calcan el sonido de la risa.
Las cosas les dan alegría,
las tocan sin sentir
vértigo, ni dolor.
No ven que todo
tiembla y se despide.
Estamos entonces nuevamente en el universo de las imágenes incompletas, las que podemos ver y percibir. En ese algo que alcanzamos a percibir están las palabras de la lengua que nos ofrecen un mundo donde nos ubicamos gracias a los significados que atribuimos a los sonidos.
Con estos sonidos, con estas palabras venidas de los sueños, se construye esta especie de artesanía pronominal que apunta y dispara a los ojos del lector para que, éste, trate de tomar la mayor cantidad de sentidos en cada uno de los textos. Para eso el desvelo, la escritura, el partir de un sueño y la búsqueda de llegar a otros, con el bagaje a cuestas y la mirada turbia.
Nada más saber que el hombre ha transitado largos siglos buscando aclararse los sentidos, muchas veces a tientas, con manos enllagadas, balbuciente y hermoso, ha tropezado mil veces buscando aquella luz, la que siempre hace falta para nuestros caminos.
Toda palabra, entonces, puede ser horizonte, todo poema, acaso, construcción del alivio.
Compartimos este libro, nuevo sostén de Alfonsina Imágenes incompletas, cada una de sus líneas, cada poema dice, a su modo, lo suyo lo que le pertenece a cada uno de estos leves artificios con que se construyen los sentidos de la lengua escrita, un modo del ser, un modo de ser tomado y que, en este caso , Alfonsina Clariá se ha dejado llevar por ese cauce de la expresión poética y en este, su cuarto libro, donde quizá haya más diversidad, aparente, pero en verdad arriesgo a pensar que lo, diverso es la necesaria búsqueda del propio tono, la propia voz de aquello que se va perfilando, ganando espacios en su interioridad y dan la posibilidad de prever, que un movimiento se producirá en el conjunto y veremos un modo expresivo algo distinto, pues de eso se trata el proceso de escritura: prueba y ensayo. Aquí la intensidad de sus destellos.
Muchas gracias.