Presentación del
libro de Claudia Sbolci.
“CARTE D’UN MONDE
PARA LL ÉLLE”
Cipolletti – 17 de
julio de 2013-
Por Martín Properzi
I
Conjurar los vértigos de una poética,
sus trazos, su alquimia, sus pliegues y disonancias. Presentación de una obra
que solo es “presentable” en el rito iniciático de toda experiencia. Ese viaje
del que nos habla Claudia, ese dejar ver a trasluz o a contraluz la vertiente
del signo de lo que ella nombra como su
“alma”. Caminar leguas adentro tras la huella diseminada en los trazos de su
escritura. Juego de variables, composiciones, imperfecciones. Costear las múltiples
formas. Su poética se moldea y se funde
en cuerpo vibrátil.
Después de eso, la invitación, a que cada lector haga “epojé” de todos sus
mundos, y se deje penetrar, perfecta o imperfecta-mente, bajo formas disonantes
y armónicas, entre la alquimia y la epistéme. Rasgar el velo de los géneros,
quebrantar la asepsia de los discursos, derrapar el ego pervertido de ciertas
poéticas barranqueras.
II
Hacer empiria del vértigo. ¿Convencerlo
al vértigo? ¿Narrarlo como una presa? ¿Devenir en lector carroña? Adrenalina y
extrañamiento. Invitación a cruzar los lindes de cierta otredad que deja
vestigios de mapa y pre-texto, allí donde generalmente comienza el lado oscuro
de uno. Dejarse poseer por ese huésped extraño que llamamos intuición (la
intuición como clave de lectura) y dejarse habitar por otros pasajes y narrativas,
por mundos paralelos, por ciertos fantasmas que solo existen a través del texto,
diagramas y paisajes, allí dónde Elle entra y sale.
III
Por eso, no se trata de presentar la
obra, sino de dejar que irrumpa ella misma en
vos, percipiente lector. Que te dejes atravesar, trastornar, sentir y dislocar
en tus latitudes, tus esquemas, tus vacíos y puentes, tus doce categorías
kantianas, en todos los existentes que componen la trama de tus existencias, en
tus mezquinas seguridades, en tu sed, en tu búsqueda, en tus personajes, en tu
líbido, en tu alma, en tus sueños, en tu
errancia nómade.
IV
Devenir obra con la obra, salir en busca
de Elle, “hilvanar los rastros de letras que deja tras de sí la huída”. Rastros de animal sediento en el humus, las
metonimias difusas del deseo: Salir en busca de Elle, jugar en sus mundos
paralelos. Y desdibujar los límites, dónde lectura y
escritura se contaminan, donde el significante se deja sangrar. Encontrar a
Elle, cueste lo que cueste, sangre lo sangre, sane lo que sane. Rasgar la piel,
abandonar todas tus casas, danzar sobre el fuego, conjugar el eros, acunar la
ingravidez de un cuerpo disímil. Alojar un silencio extraño, que no tiene
forma, que se para en el no-saber de la cosa, que se te queda mirando. Que espera
que digas, que digas algo… o te quedes callado, lector.
V
Nada será aquí como nos contaron. No hay
más afuera una vez que se está afuera. No hay más adentro una vez que se está
adentro. Aun así, el explorador sale del silencio, a la búsqueda de su propio
territorio. Y pienso que este poemario es la encarnación de eso, a ser una
conciencia sin bordes, con un millón de universos posibles, con-centrados, en
una habitación blanca, esférica y sin muros, hecha sólo de puertas. Caminar en
la zona incierta. Antes de que el desierto avance. Peligrosa cercanía de las
bocas. Deslenguarse en otra boca. Jugar con fuego, con los bordes, tocar los
cuerpos, transfigurarlo todo. Ser lo que quizás más duele, lo que más asusta, y
paradójicamente,a la vez, lo que nos
devuelve al lugar dónde empezamos. Trasnochar en el lenguaje. Lengua
noctámbula.
VI
Abrir umbrales
sobre lo que nos habita. La palabra des-velada –temblando- por la retirada de
los dioses, gritando su venida, ritual del llamado, semblanza y plegaria. No se
vayan dioses, aquí hay casa, hay lugar para todos ustedes, dioses, aquí hay
habla, lenguaje, casa y pulsión de vida.
Resistir el desierto del vacío, la
nada sepulcral de la técnica y el maquinista de la gramática de yeso y sus
composturas. La indigencia que deja el
fantasmático gérmen del desencantamiento, los síntomas musgosos de la ausencia. Contra eso, donación del ser y del cuerpo a
través del lenguaje, del habla poética. Plenitud de vida, para crear-se, entre
la tierra y el cielo. Lenguaje y susurro: la existencia es poética y el
silencio primordial.
VII
La escritura y
ese exceso, esa necesidad de dejar una apertura, de juego, de indeterminación. Aquello
de lo que habla Jacques Derrida, que “significa hospitalidad para el porvenir…
apertura de un lugar dejado vacante para quien ha de venir, para el adviniente”. Dejarse leer, dejar leer, dar de leer. Como ese dejar desear, ese
darle lugar al otro. Y otra vez la voz de Derrida. Es en ese punto –en el dejar desear- donde el
deseo de que a uno no lo entiendan significa, simplemente, hospitalidad para la
lectura del otro, y no rechazo del otro.
VIII
Atrapar –soltando- lo esencial a
través del desgarro del tiempo. Todos los mundos abriéndose, pujando, contra el
mundo que deviene nada, final, des-tiempo, desacralización, des-encantamiento.
¿Qué es esto que apenas puede decirse? ¿Acaso señalarse? ¿Acaso decirlo sin
decir, en el silencio, en el eco primigenio que inaugura el silencio? ¿Poesía?
¿Inocente? ¿Peligrosa? ¿Juego?¿Fugar? ¿Jugar? Sí, juguemos, querido lector.
Locura irreflexiva del habla. Aquí entran la poética, la ciencia y la alquimia.
La química y la psique, lo inconsciente y rasgos del estructuralismo. Entran en
la escena lúdica Roland Barthes y Carl Gustav Jung, Stanley Kubrick y
Paracelso, Arthur Clarke, huellas de Clarice Lispector, Deleuze, Newton, Roberto Juarroz. Ojo sacrílego, ojo
adjetivado, ojo compulsivo, desprejuiciado, explorador, imperfecto,
distorsionado, perceptivo, creador. Un sacrilegio tras otro. Divino Sacrilegio.
IX
Qué
decir. No sé. Tal vez no dije nada del poemario de Claudia, o sí. Quizás no
dije nada de nada en sí. La idea es jugar. Jugar. Jugar y jugar. Y el que
quiera jugar, bienvenido, y el que no…