viernes, 23 de diciembre de 2011

Revista de Filosofía Nombres

A los veinte años de la revista NOMBRES nos preguntamos por el qué de la filosofía
Comenzamos por el fin o finalizamos por el comienzo, una paradoja, después de 20 años de sacar “nombres” revista de filosofía nos preguntamos muy sueltos de cuerpo (atención al cuerpo, al poco de cuerpo que puede el cuerpo) ¿qué es, si es, la filosofía? algo que ya debíamos saber o al menos atisbar al comienzo, ¿o es una pregunta retórica? por supuesto que sí, pero aquí y seguramente en todas partes la retórica va más allá del formalismo, hay que indagar, hurgar, para tratar de ver algo, si de algo se trata, y aquello de lo que se trata está en el medio, en el entre del fincomienzo y del comienzofin, en el entre que se instala desplazando o suprimiendo el fin y el comienzo; podríamos señalar con un dedo vacilante ese entre y nada más, ¡bueno sería que quisiéramos definir la filosofía y luego proclamar ya sea su muerte o su sobrevivencia! Creo que siempre fue así, que siempre el pensamiento que podemos llamar filosófico estuvo naciendo-muriendo. Heidegger sostiene que la filosofía, claro que está refiriéndose a los “sistemas filosóficos”, a la filosofía como sistema que explican "todo" teóricamente, ya no tiene vigencia considerada desde lo que llamó factualidad, como ontología, y que sólo subsiste el pensar, el pensar-pensante, es decir, sin ser-dios-razón. Es evidente que ya no es posible, y esto no significa que no pueda volver a ser posible, un sistema-filosófico, algo así, imaginemos, como una religión conceptual con la que se enfrentó el último Schelling. ¿Será posible una filosofía abierta, sin ser, sin dios, sin sustancia, sin yo...? Por ahora estamos en la ausencia de esa filosofía, y en la espera... tal vez no de un dios último que nos “salve” sino en la pura y simple espera...de nada. El entre de la revista "nombres" es casi un performativo : una mostración creativa en su propio enunciado del esto-es afirmándose en lo que (es) en la pura mostración... y más: ¿qué más? filosofía, teología, poesía (un libro de Murena), pintura, música, pornografía, la correspondencia de Celan y Nelly Sachs, artículos sobre el exterminio, sobre política, sobre dios y más allá de dios, etc. etc. ¿El hecho de señalar eso quiere decir que eso es la filosofía? Sí y no. Sí porque a ese pensamiento en dispersión, descentrado e interminable, lo podemos llamar filosofía; no, porque ese pensamiento no puede clausurarse en un fin que dijera esto es filosofía. Nos inclinamos más bien a reconocer en este entre una búsqueda (no de algo, porque si buscáramos algo determinado ya estaríamos presos en la clausura del algo), una serie de discursos falibles, un deseo inabarcable y voraz de asimilar o conocer todo lo dado para responder a la pregunta tal vez trágica (porque no tiene respuesta y porque no puede ser enunciada como un preguntar por algo) que es-sin-ser esto que llamamos “hombre”. Y ahora ¿qué? No se trata de buscar un cambio (es posible, sí, “de aliento”) sino de la fidelidad al insistir, a responder al llamado ese en el que nadie llama a nadie y nadie es llamado por nadie y no hay palabras ni señales, es así “el signo indescifrado”, el signo sin-sentido, podríamos decir en la vida de su ser para...la muerte, o su ser muerte, o un signo fallido, sin para-algo, sin por qué y sin para qué. No obstante... No llegamos sino que estamos, temblorosos ante la expectativa de lo que viene, de la manifestación posible de lo siempre imposible. Sin promesas de nada porque el ahora no promete, ni siquiera promete el ser... De alguna manera la palabra “nombres” inauguró, por sobre nosotros, evidentemente, una manera de tratar, un desprejuiciado dejar a los otros y a nosotros mismos ser precisamente eso que poníamos de entrada: nombres, incógnitas, aventuras, ¿por qué no milagros, la inesperada e imposible aparición de la palabra, de todos los nombres y del nombre innombrable? Y después, ¿después? tal vez sigamos insistiendo en nuestro entusiasmo por el error, por lo incomprensible -como nos acusan algunos sin advertir el asombro que produce la lucecita poundiana que no busca nada y menos que nada alumbrar, y aún menos dirigirse al mundo como si fuéramos apóstoles o profesores, preferimos el tipo nietzscheano o el cuerpo-sin-órganos artaudiano, al empacamiento filológico erudito de los claustros universitarios que levantan como insignia la cautela, frente a la cautela nombres sostuvo el desarreglo, frente al mundo prefirió este puñado de casas cosas causas perdidas “en el fondo de lo desconocido”…si continuamos, es un decir, y podemos habitar en lo más abierto de la intemperie, entonces…a lo mejor…como una donación…podemos iniciar un nuevo comienzo de lo que ya somos, sin categorías, sin referentes…tratando de ser dignos del azar, del golpe de dados siempre en suspenso, sin determinación, sin causalidad… reivindicando el amor, la piedad, el porque sí, al perro que en nosotros se adormece y ladra en sueños, en el no del ser en el sí del no ser, oyendo los gritos y los susurros y respondiendo con la carne y el alma, no hay promesas del pasado ni del futuro, hay lo que hay, ¿o qué?