lunes, 20 de diciembre de 2010

Novedades: "Duda Patrón" de Federico Spoliansky



29 de Noviembre. Biblioteca Nacional.

En homenaje a la escritora Hebe Solves se presentó: DUDA PATRÓN, de Federico Spoliansky.
Leyeron: Paulina Vinderman, Susana Szwarc, Natasha Litvinova y Serguei Nikiforov.


Toma la ballesta sin saber qué es la caza, es bailarín. Escondido en un palco observo cómo organiza un bosque sobre el escenario. Un bosque no es territorio mudo, es un puente colgante sobre el dosel de los árboles, una cerda sobre el labio, un colmillo en el mentón. Las zapatillas de baile se hacen oír sobre el caucho, embiste la espada, touché, sólo es baile si es bongó. Una luciérnaga cosida en las puntas trae luz a una madriguera que jamás se hubiera podido vislumbrar. El bailarín cierra el acto rodeando el lago, ya no estoy reclinado, ahora soy un eucalipto, dejo que me parasite.


Me gusta el trote del caballo, la esclavitud de la arena, los collares de Birmania. Siempre que entro en detalles lo hago mal. Si en lugar de escribir cantara liberaría a las mujeres cuello de jirafa, al caballo del bozal. Dejaría a los párpados caer sobre las fundas, sería un níspero, una palta o la cáscara de un coco, no detendría la soberanía del viento. Quedaría el agua, los restos del día, las torpezas del día son el día, no sería necesario desterrarse.
Da miedo pensar que un bozal o una ristra de collares puedan impedir el trote.
Ser testigo.

Habla de la enfermedad en tercera persona.
Los sobrevivientes quieren volver, escapan del refugio, la paz es tan incómoda que se suicidan para confirmar la explosión, buscan estar a solas con ella, vivirla una vez más en el cuerpo, el mundo que conocen permanece en ese abril. Piden volver, no al lugar, al hacinamiento que los sorprendió dormidos. Aman la tierra natal, tropeles de plomo y cobre suben por los aljibes. Algunos han quemado sábanas, se han arrojado alcohol, encendido el cuerpo y salamandras para volver. Volver y que se reavive la Ucrania del útero radioactivo. Otros imitan la ceguera de los pájaros, el balido de los ciervos, las náuseas prosperan debajo de los pies. El casco urbano que una vez los albergó habita postales de saqueadores y aventureros. No se vacía el refugio por las muertes, el recambio de comarcas devuelve gritos a los territorios del borde, el poder los ha transformado en mendigos, a gusto en la miseria.