martes, 18 de diciembre de 2012




El orégano de las especies de Mauro Cesari
Alción Editora – 2011


El orégano de las especies de Mauro Cesari comienza con una dedicatoria a Alfred Wallace,  fantasma y concluye con una indicación acerca del procedimiento utilizado para la construcción de su libro: la alteración por borramiento de “El origen de las especies” de Charles Darwin.
Wallace y Darwin eran amigos y colegas, ambos naturalistas, biólogos y expedicioncitas que contribuyeron apasionadamente a las teorías científicas de la evolución. Sin embargo, el alcance y la fama de la obra de Darwin excedieron, ampliamente, a la del  desconocido Wallace. Los motivos históricos y sociales de dicha injusticia son muchos, pero hay uno, quizás el más controvertido, que sitúa para siempre a Wallace como un marginal en la historia de la ciencia: admitió, en sus teorías, un aspecto espiritual del mundo natural.
El libro de Cesari continua y el fantasma se desplaza, acompañándolo. La escritura encarna diferentes ritmos, entonados por un habla inconexo, rizomático y pendular. Al principio es El ondular de óscilo, después El oscilar del óndulo y por último, Blank Tapes (facsimilares /mapas de procedimientos). Cada uno de estos capítulos, se enlaza como un espejo invertido con el anterior y la arquitectura de los poemas se modela en diversos órdenes visuales. La versatilidad de la forma es creativa e ilimitada. Cada letra o palabra, cada enunciado, se acomoda en el espacio según la presencia que de la ausencia le fue dada.
En esta enciclopedia de casos desplazados, Cesari transfigura el habla, mutando la lengua; de ciencia a poesía, de poesía a oráculos, de oráculos a silencios. Descubre otra naturaleza, en el subsuelo de las teorías establecidas. Sospecha que el mundo puede ser un caos fluctuante y vital, y descubre; Especies desconocidas, salvajes en ninguna parte, caracteres anómalos, / señales negras, castas cruzadas, descendencia mestiza, razones tomadas, / subespecies gráficas
Los organismos particulares, las singularidades y rarezas abundan y habitan El orégano de las especies. Cesari diseccionó a Darwin y donde antes había un prolijo árbol filogenético, ahora hay muchas variedades de troncos, raíces enredadas, ramificaciones estrafalarias y nervaduras carnívoras.
El núcleo central, la explicación sobre el origen, se ha desdibujado y roto. La naturaleza, es el dato superpuesto de una evolución en constante retroceso, anticipándose a la muerte y al futuro, como anotó Héctor Libertella en su propia autobiografía La Arquitectura del Fantasma: El futuro ya fue.
Así la literatura de Cesari, como también la de Libertella, José Lezama Lima, María Zambrano, Lorenzo García Vega o João Guimarães Rosa configuran un incandescente e inclasificable resplandor de la lengua, que no responde a ningún patrón o designio. Hablan, dibujan y reptan esquivando audazmente la línea del tiempo que los conduce invariablemente a un telos inminente y común. Tras debatir, soñar y alucinar con el fantasma que ellos son, inauguran las variaciones del vacío. Viviendo y floreciendo entre el horror vacui y las expediciones a lo desconocido sin nombre.
Lo intuido y lo oscilado, la complejidad y el azar son cavilaciones geométricas sobre un misterio ilustrado, esbozado, en El orégano de las especies. El orégano y no el origen. El condimento, el alimento cercano y simple, no la lejana e inalcanzable abstracción del Principio.
En contraposición, al esquema de la racionalidad determinista, Cesari rompe el lenguaje, lo borra, anula el curso predecible de la continuidad y esboza al fantasma, al pobre, al desplazado. En esa ausencia se limitan los acordes de un paisaje, las geografías del lenguaje, los mapas, sobre el cual la verdad ya no construye sus representaciones.
En El orégano de las especies vemos el movimiento y una raíz deforme que subsiste en el lenguaje: la poesía. La poesía, la música y el ritmo, constantes de todo sentido y todo texto.
Así, la omisión de Wallace en la historia es presencia absoluta en El orégano de las especies. Wallace es Cesari y Cesari es Wallace, en la medida que ambos son un ocultarse del lenguaje, una construcción de sentidos poéticos, una abierta conjugación de lo ausente.
En este acoplamiento de temporalidades, en la perdida de una linealidad, Cesari descubre el equívoco desvío del progreso y la literatura como maquinaria artificial de toda tarea imposible. La tensión entre la persistencia del vacío[1] y el horror vacui, entre la pulsión y el deseo.
En El orégano de las especies, pensando en los términos de Libertella, Cesari construyó su  propia transbiografía[2], un espejo desgarrado en la tensión misma de lo que circula entre Wallace y Darwin; entre lo innombrable y lo nombrado.
Cesari es el fantasma. El fantasma que interviene sin hablar, que modifica sin afirmar y que, principalmente, escribe sin escribir. Pura potencia de sí mismo, en el origen de su propio libro no ha originado nada, sólo condimentado la ausencia, para deglutir y saborear.
La convicción de Wallace, la creencia de que naturaleza y espíritu se pierden en las rutas del cielo, en las plumas imperfectas de los pájaros, en la reptación caleidoscópica de una planta, es un condimento que perdura en el fango de lo imposible. Dice Cesari: Monstruosidades. Correlaciones entre órganos. Materia de cabeza alargada: los / perros de poco pelo tienen los dientes imperfectos, los animales de pelo largo son / propensos a tener largos cuernos, las palomas calzadas tienen piel entre sus dedos / externos, las palomas con pico corto tiene pies pequeños. Albinismo. Piel con / púas. Cuerpo cubierto de Estructura.

Mariana Robles - 2012



[1] El vació es más pequeño que un naipe / y puede ser grande como el cielo, / pero lo podemos hacer con nuestra uña / en el borde de una taza de café / o en el cielo que cae por nuestro hombro. Fragmento del “Pabellón del vacío” de Lezama Lima.

[2] Libertella define el término transbiografía como  …la única manera de atravesar con mis propias palabras la autobiografía de otros.