viernes, 19 de julio de 2013

Sobre "Carte d' un monde paralléle"


Presentación del libro de Claudia Sbolci.
“CARTE D’UN MONDE PARA LL ÉLLE”
Cipolletti – 17 de julio de 2013-



Por Martín Properzi


I

Conjurar los vértigos de una poética, sus trazos, su alquimia, sus pliegues y disonancias. Presentación de una obra que solo es “presentable” en el rito iniciático de toda experiencia. Ese viaje del que nos habla Claudia, ese dejar ver a trasluz o a contraluz la vertiente del signo de  lo que ella nombra como su “alma”. Caminar leguas adentro tras la huella diseminada en los trazos de su escritura. Juego de variables, composiciones, imperfecciones. Costear las múltiples formas.  Su poética se moldea y se funde en cuerpo vibrátil. Después de eso, la invitación, a que cada lector haga “epojé” de todos sus mundos, y se deje penetrar, perfecta o imperfecta-mente, bajo formas disonantes y armónicas, entre la alquimia y la epistéme. Rasgar el velo de los géneros, quebrantar la asepsia de los discursos, derrapar el ego pervertido de ciertas poéticas barranqueras.

II

Hacer empiria del vértigo. ¿Convencerlo al vértigo? ¿Narrarlo como una presa? ¿Devenir en lector carroña? Adrenalina y extrañamiento. Invitación a cruzar los lindes de cierta otredad que deja vestigios de mapa y pre-texto, allí donde generalmente comienza el lado oscuro de uno. Dejarse poseer por ese huésped extraño que llamamos intuición (la intuición como clave de lectura) y dejarse habitar por otros pasajes y narrativas, por mundos paralelos, por ciertos fantasmas que solo existen a través del texto, diagramas y paisajes, allí dónde Elle entra y sale.

III

Por eso, no se trata de presentar la obra, sino de dejar que  irrumpa ella misma en vos, percipiente lector. Que te dejes atravesar, trastornar, sentir y dislocar en tus latitudes, tus esquemas, tus vacíos y puentes, tus doce categorías kantianas, en todos los existentes que componen la trama de tus existencias, en tus mezquinas seguridades, en tu sed, en tu búsqueda, en tus personajes, en tu líbido, en tu alma, en tus sueños,  en tu errancia nómade.
IV

Devenir obra con la obra, salir en busca de Elle, “hilvanar los rastros de letras que deja tras de sí la huída”.  Rastros de animal sediento en el humus, las metonimias difusas del deseo: Salir en busca de Elle, jugar en sus mundos paralelos.   Y desdibujar los límites, dónde lectura y escritura se contaminan, donde el significante se deja sangrar. Encontrar a Elle, cueste lo que cueste, sangre lo sangre, sane lo que sane. Rasgar la piel, abandonar todas tus casas, danzar sobre el fuego, conjugar el eros, acunar la ingravidez de un cuerpo disímil. Alojar un silencio extraño, que no tiene forma, que se para en el no-saber de la cosa, que se te queda mirando. Que espera que digas, que digas algo… o te quedes callado, lector.

V

Nada será aquí como nos contaron. No hay más afuera una vez que se está afuera. No hay más adentro una vez que se está adentro. Aun así, el explorador sale del silencio, a la búsqueda de su propio territorio. Y pienso que este poemario es la encarnación de eso, a ser una conciencia sin bordes, con un millón de universos posibles, con-centrados, en una habitación blanca, esférica y sin muros, hecha sólo de puertas. Caminar en la zona incierta. Antes de que el desierto avance. Peligrosa cercanía de las bocas. Deslenguarse en otra boca. Jugar con fuego, con los bordes, tocar los cuerpos, transfigurarlo todo. Ser lo que quizás más duele, lo que más asusta, y paradójicamente,a  la vez, lo que nos devuelve al lugar dónde empezamos. Trasnochar en el lenguaje. Lengua noctámbula.

VI

Abrir umbrales sobre lo que nos habita. La palabra des-velada –temblando- por la retirada de los dioses, gritando su venida, ritual del llamado, semblanza y plegaria. No se vayan dioses, aquí hay casa, hay lugar para todos ustedes, dioses, aquí hay habla, lenguaje, casa y pulsión de vida.  Resistir el desierto del vacío,  la nada sepulcral de la técnica y el maquinista de la gramática de yeso y sus composturas. La indigencia  que deja el fantasmático gérmen del desencantamiento, los síntomas musgosos de la ausencia.  Contra eso, donación del ser y del cuerpo a través del lenguaje, del habla poética. Plenitud de vida, para crear-se, entre la tierra y el cielo. Lenguaje y susurro: la existencia es poética y el silencio primordial.

VII

La escritura y ese exceso, esa necesidad de dejar una apertura, de juego, de indeterminación. Aquello de lo que habla Jacques Derrida, que “significa hospitalidad para el porvenir… apertura de un lugar dejado vacante para quien ha de venir, para el adviniente”. Dejarse leer, dejar leer, dar de leer. Como ese dejar desear, ese darle lugar al otro. Y otra vez la voz de Derrida.  Es en ese punto –en el dejar desear- donde el deseo de que a uno no lo entiendan significa, simplemente, hospitalidad para la lectura del otro, y no rechazo del otro.

VIII

            Atrapar –soltando- lo esencial a través del desgarro del tiempo. Todos los mundos abriéndose, pujando, contra el mundo que deviene nada, final, des-tiempo, desacralización, des-encantamiento. ¿Qué es esto que apenas puede decirse? ¿Acaso señalarse? ¿Acaso decirlo sin decir, en el silencio, en el eco primigenio que inaugura el silencio? ¿Poesía? ¿Inocente? ¿Peligrosa? ¿Juego?¿Fugar? ¿Jugar? Sí, juguemos, querido lector. Locura irreflexiva del habla. Aquí entran la poética, la ciencia y la alquimia. La química y la psique, lo inconsciente y rasgos del estructuralismo. Entran en la escena lúdica Roland Barthes y Carl Gustav Jung, Stanley Kubrick y Paracelso, Arthur Clarke, huellas de Clarice Lispector, Deleuze, Newton,  Roberto Juarroz. Ojo sacrílego, ojo adjetivado, ojo compulsivo, desprejuiciado, explorador, imperfecto, distorsionado, perceptivo, creador. Un sacrilegio tras otro. Divino Sacrilegio.

IX

            Qué decir. No sé. Tal vez no dije nada del poemario de Claudia, o sí. Quizás no dije nada de nada en sí. La idea es jugar. Jugar. Jugar y jugar. Y el que quiera jugar, bienvenido, y el que no…